viernes, 10 de septiembre de 2021
MI CAMISETA
Los amantes no son formales ni protocolarios, son seres que se avergüenzan en público de su condición por no seguir los cánones estipulados por el mundo que les rodea pero que disfrutan de su mundo alternativo desaforadamente. Yo soy amante del arte. Técnicamente entiendo lo justo y por los pelos pero lo percibo con tal intensidad que me trastoca, me revuelve y me hace pensar. Soy de esas ratas de museo que pueden recorrerse una exposición hasta cuatro veces seguidas sin salir de la misma, creo que ese es mi récord. Una vez fui al monasterio del Escorial sólo para comprobar la parte trasera de la copia del Carro de Heno del Bosco, que se le antojó a Felipe II, fricada, lo reconozco; bueno, también fui para recordar la esfera armilar y respirar con todo mi ser esa biblioteca que me invade. La última de Munch en Madrid me generó tantas emociones que salí envuelta en su vértigo de color y movimiento, en la de Berenice Abbott recordé mi pasión por la fotografía científica y Brassaï me inspiró la portada que compuso Chambk.bayd con fotos suyas y mías para mi último libro publicado, el Diario de una indignada. Cuando era niña y necesitaba relajar tensiones no me iba al billar ni al futbolín, si quería hacer novillos me escapaba al museo del Prado (en aquel entonces entrabas gratis con tu DNI y no había nadie apenas) para perderme en sus salas y aprenderme las obras de aquellos genios que me hacían sentir muy alejada del suelo. De mis amigos cantantes y poetas ni doy explicaciones, si mi cuerpo me lo permitiese iría a un recital casi cada día para poder salir flotando después y soñar con un mundo diferente mientras converso y recito con ellos (son maravillosos). Así he vivido siempre, el arte es una de mis drogas favoritas.
Hace un par de años, antes de la pandemia, esperando a mi pareja (ese bello loco que me aguanta) caminaba de paseo por los soportales del centro de Alcalá de Henares y entré en una tienda fascinante donde una camiseta con un gallo de Chagall se topó conmigo de lejos, una sencilla camiseta de tirantes azul oscuro, mi color favorito, con uno de los más preciosos e interesantes símbolos del pintor. Irresistible para mí.
No se trataba sólo (sí, con tilde, reivindico lo diacrítico como belleza necesaria) de la estética sino del cúmulo de pasiones que Chagall y su gallo despertaban y despiertan en mí. Ese pintor exiliado dos veces y superviviente de tantas guerras que le impidieron cumplir sus sueños más sencillamente humanos pero que se volvió un indignado y brillante delator de las barbaridades de su tiempo a través de sus obras. El escritor Henry Miller, coetáneo suyo, le nombró como el “poeta con alas de pintor” y no sin razón, contemplar su obra es ora un susurro ora un grito reclamando libertad y justicia. También es un desolado melancólico que te rasga por dentro. Lo adoro. Siempre he vivido intentando crear pequeños espacios protegidos a mi alrededor, una humilde alternativa a la injusticia y la aridez deshumanizada que me rodea por todas partes. Soy una mujer escéptica y en llamas aunque parezca paradójico, existo en batalla como superviviente de un mundo hostil desde mi infancia y ya tengo más de medio siglo de vida. No es extraño que necesite contemplar a Chagall de vez en cuando y dejarme empapar de su obra.
En unos pocos meses vendrá el estío y su calidez paliando mis dolores reumáticos por un breve lapso de tiempo. Y podré ponerme mi camiseta de Chagall y caminar por encima del suelo. Ojalá disfrutarla sin pandemia por medio, calculo que en uno o dos años, un verano de sol brillante y fuego abrasador que arrase oscuridades y horrores invitándome a sumergirme en cualquier agua que calme mis sentidos. Cuando cante ese gallo, por fin se acabará la oscuridad. Al menos hasta el siguiente ocaso... Y será una fiesta.
Gio Aguiló
Autor de las fotos:chambk.bayd.es
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Gracias amigo, que todos podamos celebrar esa fiesta en poco tiempo.
ResponderEliminarFascinante descripción de esa prenda que su valor sentimental no llega ni la altura de la prenda más cara del mundo
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